IMMORTALE DEI
Carta encíclica de S.S. León XIII
sobre la constitución cristiana de los estados

1 de noviembre de 1885

Obra inmortal de Dios misericordioso es su Iglesia; la cual, aunque por sí y por su propia naturaleza atiende a la salvación de las almas y a que alcancen la felicidad en los cielos, aun dentro del dominio de las cosas caducas y terrenales procura tantos y tan señalados bienes, que ni más en número ni mejores en calidad resultarían si el primer y principal objeto de su institución fuese asegurar la prosperidad de la presente vida.

A la verdad, dondequiera que puso la Iglesia el pie, hizo al punto cambiar el estado de las cosas e informó las costumbres con virtudes antes desconocidas y con una nueva civilización; y así los pueblos que la recibieron sobresalieron entre los demás por la mansedumbre, por la equidad y por la gloria de su historia.

2. No obstante, muy vieja y ya trasnochada es la calumniosa acusación, movida contra la Iglesia: la de que es enemiga de los intereses del Estado, e incapaz de promover, en nada, aquellas condiciones de bienestar y de gloria, a las que tiene pleno derecho y aspira toda sociedad bien ordenada.

Sabemos que ya desde el principio de la Iglesia fueron perseguidos los cristianos con semejantes y peores calumnias; tanto que, blanco del odio y de la malevolencia, pasaban por enemigos del Imperio; y sabemos también que en aquella época el vulgo, mal aconsejado se complacía en atribuir al nombre cristiano la culpa de todas las calamidades que afligían a la nación, no echando de ver que quien las infligía era Dios, vengador de los crímenes, que castigaba justamente a los pecadores. La atrocidad de esta calumnia armó, no sin motivo, el ingenio y afiló la pluma de San Agustín, el cual, en varias de sus obras y singularmente en la Ciudad de Dios, demostró con toda claridad la virtud y potencia de la sabiduría cristiana por lo tocante a sus relaciones con la república, que no tanto parece haber hecho cabal apología de la cristiandad de su tiempo, como haber logrado un perpetuo triunfo sobre tan falsas acusaciones.

3. Sobrevivió, sin embargo, el tan funesto apetito de tales quejas y falsas acusaciones; y muchos se empeñaron en buscar la norma constitutiva de la sociedad civil fuera de las doctrinas que aprueba la Iglesia católica. Y aun últimamente, surgió eso que llaman el derecho nuevo, que dicen ser la adquisición madura de los tiempos modernos, debida a la libertad que progresa, y que ha comenzado a prevalecer y dominar por todas partes.

Pero, a pesar de tantos ensayos, consta no haber encontrado modo más excelente de constituir y gobernar la sociedad civil que el que espontáneamente brota de la doctrina misma del Evangelio.

Juzgamos, pues, de suma importancia y cumple a Nuestro cargo apostólico comparar con la doctrina cristiana las modernas opiniones acerca del Estado civil; y, con ello, confiamos que ante el resplandor de la verdad se desvanezca y no subsistan los motivos de error o duda; y que así todos aprenderán con facilidad cuántos y cuáles sean aquellos capitales preceptos, norma práctica de la vida, que deben seguir y obedecer.